Un par de botas... Vincent Van Gogh
Erase una vez una mujer, que quedó viuda a sus 32 años con 4 hijos, poca educación, pero mucho amor y ganas de vivir por las 4 razones de su vida.
Tenía que enseñarles a los varoncitos, la fuerza para salir adelante, que todo se pude hacer con sacrificios. A las niñas, el valor de ser mujer y darse un lugar en la vida.
Pero al trabajar en una fábrica de ropa, de esas, que son maquilas para ponerle la etiqueta y venderla en boutiques caras. Se gana poco y se cansa mucho.
Les tenía a todos lo indispensable, muchas carencias pero la cena era el momento para estar juntos y platicar, reir, llorar...
El momento de dormir, era, de esas momentos que la fé inunda los corazones y donde los angeles de la guarda, ayudan a calmar a tanto niño pregunton.
Uno de ellos, Juanito, era el que más curiosidad tenía, era el mayor, de 8 años, le pedía sus zapatitos nuevos
-Mamita, todos mis amigos tienen zapatitos nuevos y yo no, solo tengo mis botitas todas sucias, roidas y viejas, comprarme unas nuevas.
-Juanito, no puedo en este momento comprarlas, hay tiempos de vacas gordas y otro de vacas flacas, ahorita estamos en vacas flacas y le tenemos que dar poquito de comer a ellas y comer nosotros.
-Mamita ¿Donde están las vacas? yo no las veo, mejor vendelas para que me compres unos zapatitos
-Ay Hijo, las vaquitas estarán solitas sin nosotros, mejor, espera un tiempo más.
Y esta charla se repetía diario, a veces, eran las explicaciones aceptadas, en otras, no.
María decidió que trabajaba a destajo en la Maquiladora, era una mujer muy honesta, cosa que el Dueño de la fábrica descubrió un día.
Don Rómulo era un señor de 60 años, muy avaro y codo, pagaba lo mínimo y exigía lo máximo. Por ello no era querido entre sus empleados.
María fué mandada llamar por su patrón y justo en ese momento, Don Rómulo empezó a sentir un dolor en el pecho al grado que se desmayó. María pronto se le acercó y llamó por teléfono a emergencias, le pidió ayuda a la secretaria.
Pronto hubo un remolino de gente, todos observaban a María estar pendiente del Viejo, tratando de dar respiración de boca a boca, de pegarle en el pecho... 15 minutos que eran eternos, para la llegada de la ambulancia.
Cargaron a Don Rómulo y la que se subió ahí fué María, junto a él en la ambulancia.
Esta escena la había vivido hacia 1 año 11 meses y sabía que esta vez, ella podía hacer algo por alguien más. Rezaba, pedía a Dios, que lo tuviera con vida.
Don Rómulo estuvo en el hospital por espacio de una semana mientras se recuperaba del infarto.
El trabajo en la maquila seguía y había que llevar el pan a la mesa.
Don Rómulo una vez recuperado, regresó y preguntó por la empleada que había estado a su lado en el momento del infarto. Le dijeron y la mandó llamar.
María acudió un poco sorprendida por la llamada.
Ahí le pagó personalmente en el día de quincena, pero le agregó 2 salarios más por agradecimiento de salvarle la vida. María lo rechazaba pero Don Rómulo le dijo que lo usara en lo que más ella desease, en eso ella recordó a sus hijos. Derramó lágrimas y le dijo:
-Gracias de corazón, por fin podré comprarles sus zapatitos a mis hijos y ya no pudo hablar más. Don Rómulo entendió el valor de esa mujer y decidió hacerla la Jefa de turno matutino de la fábrica.
María ese noche llegó con cajas de zapatos y de ropa.
El más sorprendido fué Juanito que la abrazó con todas sus fuerzas y le dijo -¡Mamita mis zapatitos nuevos, te quiero mucho!
Rezo ese día agradeciendole a Dios por el milagro que había hecho en el corazón de Don Rómulo.
Maryanne
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