martes, 29 de julio de 2014

Melpomene




En una tarde de Abril nació ella. La llamaron "Melpómene", como la musa griega del teatro y de la música, gusto de los padres.


Hija única, cuyos padres, quienes padecían problemas de fertilidad y dificultad para engendrar,  gracias a la ciencia y al milagro médico, pudieron concebirla  y que  llegase ella al mundo

Nació como  una bebé blanca, hermosa,  con los pulmones funcionando y con fuerza, con los ojos grises abiertos pero su corazón sin latir.  Los doctores  no la dejaron salir del hospital hasta que la revisaron a profundidad  y descubrieron que  nació sin corazón, un defecto raro, de 1'000,000,000 entre uno. Y ella corrió con esa suerte de no tenerlo. De respirar, de ser perfecta pero no sentir nada.

Sus padres la cuidaban mucho. Su habitación siempre estaba rodeada de fotos con imágenes hermosas, de fotos familiares, de pinturas, de notas de cariño, de anotaciones para recordarle que a pesar de no sentir nada, era miembro de una familia.  Su infancia la pasó sin pena ni gloria, puesto que la veían inaccesible, aburrida porque era una niña que no demostraba emociones de susto, sorpresa ni de nada,  sin amigos ni enemigos, sola. 




Los enojos, los malos entendidos y los castigos, no tenían significado para ella. La única manera de señalarla y mostrarle que no era normal era decirle "No tienes corazón Melpómene" y ella sabía que tenían razón pero siempre venía el tiempo y el olvido, que hacía que no tuviesen repercusión  las palabras en ella


Melpómene no podía sentir tristeza, ni amor, ni cariño ni emoción alguna. Veía las puestas de sol, las noches estrelladas, los arcoíris y se preguntaba si algún día podría sentir: júbilo, admiración, cariño, ternura, amor, pasión, dolor y desamor, tal y como se lo decían quienes la rodeaban. Se convirtió en una obsesión conseguir un corazón. Saber y vivir lo que era en carne propia, lo que tanto decían y contaban los demás,  lo que significaba un corazón roto, un corazón enamorado, un corazón con amor, un corazón.


Melpómene era increíblemente hermosa, blanca como el marfil,  un cuerpo de reloj de arena cuyas senos perfectos, cintura diminuta, vientre plano, caderas redondas y piernas interminables, daban esa forma. Una cabellera rubia, unos labios rojos y unos ojos verdes. Una mirada enigmática con una personalidad fría, distante, distinta. racional y lejana. Todo ello la hacía ver como una muñeca de porcelana.


Entró a la facultad de Medicina una mañana de Agosto, recién cumplidos su 18 años, sin conocer a nadie, sin importarle nada con un objetivo en mente, conocer en vivo un corazón. Vestida de blanco de pies a cabeza como lo marcaba el instituto.

Y él se enamoró de ella con solo verla pasar por el jardín.



Él, un joven estudiante de Medicina, alto, ojos negros y pestañas rizadas, buen cuerpo, amable, enamoradizo, atractivo, inteligente, ambicioso, con metas por realizar en la vida y con ganas de comerse al mundo de una mordida



A diario la seguía de cerca y de lejos. Investigó su nombre, sus horarios, su dirección, sus gustos. Quería conocerla y enamorarla. No entendía como una persona como ella, tan hermosa y perfecta,  estuviera sola.


Un lunes a las 9 am, un mes después del día en que se enamoró de ella. El la esperó al salir de una clase y le regaló una rosa, presentándose a sí mismo. -"Hola Melpómene". Sonriendole amablemente, ella sorprendida por el detalle, le dio las gracias, sabía que tenía que ser amable para no parecer superficial, comportarse como le habían dicho, solo que, no entendía el detalle, por su mente pasaron palabras ¡una rosa, una flor,  belleza, rosales, rosáceo, jardín! hacía asociaciones de ideas, siempre se divertía y provocaba una sonrisa, se reía de sí misma.


Y esa sonrisa, le enamoró más, había logrado una sonrisa de su mujer perfecta. A diario le llevaba distintas flores para lograr esa sonrisa de nuevo, que algunos días eran como de mona lisa, otros días una sonrisa completa, otros, como de media luna y otros días, nada.



Melpómene estaba sorprendida con el joven que diario la visitaba, ya que ella no sentía nada por él. Pero él ponía todo su empeño, todos los días, en querer hacerla sonreír. Ella suponía que eso era bueno, ¡cómo saberlo si no tenía corazón! pensaba.



Se hicieron amantes rutinarios conforme pasaron los días.


El, le hacía el amor por las noches, con la luz de la lámpara prendida, a veces, de madrugada y otras veces ya con los primeros rayos del sol. Ella le permitía tocarla con la condición que le describiera lo que él sentía por ella, para poder imaginar lo que se sentía hacer el amor, no solo un coito genitosexual  cuyo fin era el placer, no la procreación, como  lo decía el libro.  El obedecía sin chistar, le hablaba y describía lo que sentía, le amaba intensamente con palabras y con cuerpo.



10 meses, 15 días y 2 horas de conocerlo, llevando el conteo de su historia con él. Anotando todo en una libreta.


Una mañana como las que ya habían vivido juntos, cuerpo  a cuerpo. El ya no pudo más con el silencio de ella y le pidió que, aunque mintiese, le dijera unas palabras de amor. Ella le dijo, "si me amas tanto, regálame tu corazón y así, yo te podré amar realmente" 

El accedió, se abrió el pecho y con el corazón sangrante, se acercó a ella y se lo dió, que lo recibió y lo acomodó estratégicamente donde tenía que ir. Ella ya se había echo la incisión al mismo tiempo que él.


En ese instante, se agolparon en su pecho todo el amor que él tenía para ella, por primera vez aparecieron las lágrimas de felicidad y los "te amos", la ilusión en los ojos, el brillo especial que da el estar con el ser amado. Ella le beso con pasión, con amor, con ternura, todo ello encerrado en unos labios. Sentía su corazón latir, sus emociones completas, por fin sentía algo y era gracias a él.


Pasó que él ya no tenía corazón y no sintió nada, solo un ósculo con algo de saliva que se apretaba a sus labios. 



Se separó de ella,  se vistió y dejándola ahí, sin más, se marchó para siempre, sin decir Adiós.


Ella, se quedó allí, viendo como él se iba, sintiendo tristeza, un dolor emocional que nunca había sentido, las lágrimas corrieron por su mejilla, de soledad, de desesperanza, de un corazón roto  y se sintió feliz,  por fin tenía corazón para sentir lo que antes, no existía.




Maryanne

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